No deja de ser significativo que cuando determinados directores de cine han realizado algunas obras maestras con alto contenido en valores éticos y espirituales, hayan coincidido en elegir el término “bella” para titularlas. Sería larga la lista, aunque ahora me refiero a películas como “¡Qué bello es vivir!”, de Frank Capra (1946), que se convirtió…