En este último capítulo se describe el fracaso del diablo Carta XXXI Mi querido, mi queridísimo Orugario, mi encantador sobrino: ¡Qué equivocadamente vienes lloriqueando, ahora que todo está perdido, a preguntarme si es que los términos afectuosos en que me dirijo a ti no significaban nada desde el principio! ¡Al contrario! Queda tranquilo, que mi cariño…