San Sebastián y las claves de la felicidad
2016
Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes, queridos donostiarras y visitantes, devotos de nuestro patrono San Sebastián; queridas autoridades aquí presentes:
Celebramos este año 2016 la fiesta de nuestro patrono mártir, en el contexto de la inauguración de la Capitalidad Cultural Europea de nuestra ciudad, que lleva su mismo nombre: ¡San Sebastián!
No está de más señalar que nuestra ciudad comparte esta capitalidad con la localidad de Wroclaw, la antigua Breslavia, donde nació Edith Stein, que moriría martirizada en Auswitch, y a quien hoy invocamos como copatrona de Europa; y donde nació también Dietrich Bonhoeffer, pastor protestante, igualmente asesinado en Auswitch. Por lo tanto, nuestros lazos de hermandad con Wroclaw no solo se fundan en que compartimos la sede de la Capitalidad Europea de la Cultura, sino también en nuestras raíces martiriales comunes. En nuestro caso, se trata de un martirio que se remonta al inicio del cristianismo, y en su caso de un martirio contemporáneo. Pero en un caso y en otro, el endiosamiento de los dictadores de este mundo, fue la ocasión para testimoniar que los cristianos no sirven a falsos dioses, sino únicamente al Dios verdadero, creador de cielos y tierra, encarnado en Jesucristo.
En nuestra tradición donostiarra parece como si las fiestas navideñas tuviesen una prórroga hasta este día 20 de enero. Ahora bien, las fiestas no son tanto el reflejo de la necesidad de descanso, cuanto un signo de nuestro deseo de felicidad. Sin duda, todos y cada uno de nosotros participamos de una misma vocación a la felicidad. Los creyentes sabemos que Dios nos creó para la felicidad: una felicidad con límites en esta vida, y una felicidad plena en la vida eterna.
La primera constatación que quisiera hacer es que la felicidad no depende solo de parámetros objetivos, sino también de otros factores subjetivos, que pueden ser tan importantes o más que los primeros. De hecho, nuestra sociedad occidental es admirada con envidia por muchas otras culturas, que observan nuestra prosperidad y nuestro sistema de bienestar, cual si de la leyenda de El Dorado se tratase. Y, sin embargo, bien sabemos todos los aquí presentes que, “no es oro todo lo que reluce”. Nuestro grado de felicidad es, con frecuencia, inferior al de otros pueblos que son menos ricos que nosotros. Nuestros misioneros y cooperantes que trabajan en lugares lejanos –y a quienes en un día como hoy tenemos especialmente presentes— dan testimonio de esta paradoja. ¡La felicidad de los pueblos más humildes nos cuestiona y nos interpela!
Y es que, la felicidad es una realidad inmaterial, que hunde sus raíces en unos cimientos tan sencillos como profundos. Vamos a intentar describir brevemente cuatro claves que hacen posible nuestra felicidad:
1.- La primera clave es el espíritu de AGRADECIMIENTO ante los dones recibidos. De poco sirve que tengamos muchos bienes, si no sabemos apreciarlos y agradecerlos. Es mucho más feliz quien, teniendo una sola oveja en su rebaño, posee la sensibilidad y la sabiduría interior de saberse un privilegiado por ello; que aquel otro que, poseyendo cien ovejas en su rebaño, no es capaz de disfrutar, ni de emocionarse, ni de pronunciar de manera sentida la palabra “gracias”…
El Evangelio nos enseña el camino de la humildad y la sencillez, como requisito para poder tener un corazón agradecido: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3). La fe en Dios Padre, fuente y origen de todo don, es de gran ayuda para educar en nosotros una sensibilidad agradecida. Nos es mucho más fácil apreciar los dones y ser agradecidos, cuando identificamos al “dador” de los dones; cuando conocemos que toda la creación es un regalo del infinito amor de Dios; o, simplemente, cuando nos percatamos de que todo cuanto hemos recibido es gracia.
2.- La segunda clave que posibilita alcanzar la felicidad es la MANSEDUMBRE o la PAZ INTERIOR. De poco sirve la prosperidad material para aquel en cuyo corazón anida un espíritu amargado, rencoroso, displicente o violento.
Da mucho que pensar el conocido refrán: “el que no vive en paz consigo mismo, está en guerra con todos los que le rodean”. Con mucha frecuencia, la conflictividad en la convivencia social suele esconder otros problemas interiores, no fácilmente confesables. Una buena prueba de esto la tenemos en las redes sociales, que no dejan de ser un espejo de nuestra sociedad, en el que no solo se reflejan los grandes ideales de muchos usuarios, sino también la amargura y el espíritu violento de no pocos. Pues bien, también aquí el Evangelio es educador y sanador: “Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. No olvidemos el lema del Jubileo, en el que nos encontramos: “Misericordiosos como el Padre”.
3.- La tercera clave que lleva a la felicidad, es un espíritu generoso de entrega, el cual requiere un sano OLVIDO DE UNO MISMO. En efecto, no hay mayor condena a la infelicidad que un planteamiento de vida egocéntrico. Algunos poetas han descrito la felicidad como el agua que se intenta retener en la palma de las manos, pero inevitablemente se escapa entre los dedos. Y es que, la felicidad no es un fin en sí misma, sino la consecuencia de haberse entregado a un ideal auténtico y valioso. Dicho de otro modo, la felicidad y el narcisismo son radicalmente incompatibles.
El Evangelio es especialmente iluminador en este punto: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y por el Evangelio la salvará” (Mc 8, 35). Un cristiano es aquel que está llamado a realizar un auténtico “giro copernicano”: de la cosmovisión de un mundo que gira en torno al propio “yo”, a una cosmovisión cristocéntrica, en la que la entrega al prójimo se convierte en clave de la felicidad.
4.- Por último, la clave que fundamenta la felicidad es, sin duda, la experiencia del AMOR incondicional y estable en el seno de la familia. La psicología contemporánea llega a la conclusión de que este es el factor más determinante, y condiciona claramente los tres primeros a los que nos hemos referido. Esto explica por qué una sociedad del bienestar, como la nuestra, no es capaz de garantizar nuestra felicidad. Baste recordar unas palabras de Aristóteles, siglos antes de la llegada de Jesucristo: “Antes que ciudadano, el hombre es miembro de una familia. El ser humano es, naturalmente, más conyugal que civil”. Y como decía un político estadounidense: la familia es el primer y mejor Ministerio de Sanidad, el primer y mejor Ministerio de Educación, y el primer y mejor Ministerio de Bienestar Social.
Uno de los mayores dramas que provocan la infelicidad en nuestra sociedad es la ruptura matrimonial, así como la crisis de valores en torno a la familia. Dejo para la reflexión una consideración de Chesterton, tan incisivo como siempre: “Hay padres tan preocupados de dar a sus hijos lo que ellos no tuvieron, que se olvidan de darles lo que sí tuvieron”… Tal vez esto, entre otras cosas, pueda explicarnos por qué no siempre coinciden la renta per cápita y el grado de felicidad.
Queridos hermanos, la fiesta de nuestro patrono es también una buena oportunidad para mostrar nuestra solidaridad con los que sufren. Nuestra Diócesis mantiene su compromiso con los afectados por la guerra de Siria e Irak; y esta misma semana Cáritas de Gipuzkoa ha enviado la cantidad de 100.000 € para los refugiados en origen, en concepto de alimentación y ayuda para la vivienda, que serán distribuidos por “Ayuda a la Iglesia Necesitada”, Fundación Pontificia Internacional que socorre especialmente a los cristianos perseguidos. En el mes de diciembre Cáritas Gipuzkoa envió otros 100.000 € para sostener la obra educativa que las religiosas Hijas del Sagrado Corazón llevan a cabo en Erbil, en favor de la escolarización de los niños de las familias huidas de Mosul.
A lo cual hay que añadir otra tercera cantidad de 100.000 €, enviada en el mes de noviembre, dirigida a los campos de refugiados situados en el norte de Irak, que está siendo gestionada por Cáritas Internacional. A estos apoyos se sumarán próximamente dos nuevos proyectos: uno, a través de los Hermanos de La Salle, que consistirá en el apoyo a la escolarización de niños y niñas atendidos en los campos de refugiados del Líbano y Jordania, que supondrá una cantidad de 120.000 €; y el otro proyecto, consistente en la ayuda a Cáritas Jordania para la atención de las necesidades básicas de personas acogidas provenientes de Siria e Irak, con un montante de 100.000 €.
Este esfuerzo de cooperación internacional de Cáritas Gipuzkoa, se lleva a cabo sin haber disminuido nuestros compromisos en otros lugares necesitados con los que estábamos comprometidos, tales como Haití, México (Chiapas), Kenia, Mali y El Salvador. Esperamos poder dar noticia en breve de otras acciones en curso.
Celebremos hoy nuestra fiesta en honor a nuestro santo patrono, Sebastián. Pero hagámoslo teniendo muy presentes a los que más sufren. Será una gran ayuda para que podamos encontrar la piedra preciosa de la felicidad. ¡Feliz día de San Sebastián!