Entrevista para el CEU

Entrevista realizada a Mons. Munilla por Natalia Cristóbal para  el CEU

Monseñor Munilla: “La experiencia nos demuestra que suele ser necesario que nuestros falsos valores entren en crisis(…). Solo así el hombre se abre a las grandes preguntas sobre la existencia”. Por Natalia Cristóbal Ramírez

A lo largo de la vida uno va dando con personas que tienen ESE ALGO que no sabemos muy bien cómo definir, pero que, sin duda, marcan y se convierten en auténticos referentes. MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA, obispo de San Sebastián, es, a mi juicio, una de esas personas, y paradójicamente, siendo cercano y sencillo, NO DEJA INDIFERENTE A NADIE. La primera vez que oí hablar de él recuerdo que fue hace unos tres años. MI ABUELA en una comida familiar en casa NOS COMENTÓ QUE LE HABÍA OÍDO HABLAR MUCHAS VECES en Radio María y que era estupendo cómo explicaba las cosas. Recuerdo que en la sobremesa de aquel día escuchamos dos o tres conferencias suyas. Además, tuve la oportunidad de saludarle personalmente en mi facultad el pasado mes de octubre. Es curioso cómo con unas cuantas palabras se pueden expresar ideas tan claras y TRANSMITIR TANTA PAZ.

Mosn. Munilla nace en el año 1961 en San Sebastián, obtiene la licenciatura en Teología después de realizar los estudios eclesiásticos como seminarista, y tras desempeñar diferentes cargos en varias ciudades, es nombrado Obispo de su ciudad natal en noviembre de 2009. En los últimos años ha logrado hacerse hueco en las redes sociales y llegar cada vez a más gente. “Recuerdo que en un principio fui crítico ante el uso de las redes sociales, porque me parecía que no aportaban nada a las posibilidades que ofrecía correo electrónico, gracias al cual ya era posible la creación de grupos de comunicación. Pero al cabo de un tiempo me fui percatando de que las redes sociales no eran solamente una plataforma de comunicación complementaria, sino que estaban introduciendo una nueva cultura en la que era necesario realizar una nueva evangelización de forma significativa”.
Nunca imaginé que alguna vez en mi vida fuera a tener la oportunidad de entrevistar a un obispo. Tampoco nadie imaginaba hace dos meses que íbamos a encontrarnos inmersos en una pandemia mundial que iba a suponer un punto de inflexión para todos. Y, a pesar de las dificultades que iban a existir para concertar una entrevista, la verdad es que me decidí a escribir un correo a Monseñor Munilla para preguntarle, y en cuestión de minutos recibí su contestación.
Lo cierto es que sus mensajes de Twitter o Instagram, muchas veces en clave de humor, porque como él mismo ha dicho alguna vez “El sentido del humor es simplemente el sentido común bailando”, consigue transmitir cada día una idea que te hacer parar a pensar o sencilla- mente fortalece tu esperanza y tu fe.

Usted cita con frecuencia a San Agustín y a autores como Chesterton, ¿qué autores tiene como referencia? Y, ¿por qué?
– En mis lecturas de formación permanente, creo que la fuente más enjundiosa la encuentro en los escritos de Benedicto XVI, a quien considero uno de los mejores teólogos de los tiempos recientes. Y por cierto, Benedicto XVI es un teólogo de inspiración fundamentalmente agustiniana. Ahora bien, tengo que reconocer que San Agustín y Chesterton son mi fuente principal para iluminar las redes sociales; ya que sus ideas claras, intuitivas, incisivas e interpelantes, son especialmente apropiadas para iluminar el eclipse cultural en el que nos encontramos.

REDESCUBRIENDO EL SENTIDO
Vivimos en un mundo donde predomina el relativismo, el individualismo, el materialismo y el hedonismo. En su opinión, ¿por qué hemos llegado a esta situación? ¿Cree que es posible redescubrir el sentido de nuestra vida en este contexto?
– Aunque la crisis del pensamiento contemporáneo tiene unos orígenes muy difumina- dos que no son fáciles de concretar, pienso que la inflexión acontecida en la ilustración francesa es clave para enmarcar el origen de la difusión generalizada de todos esos antivalores: relativismo, materialismo, hedonismo, individualismo… A esto se añade el influjo del progreso económico de corte materialista acontecido en Occidente, que ha llevado al hombre a fundar su seguridad en la mera ‘sociedad del bienestar’.
En este contexto hedonista no es fácil descubrir el sentido de la vida. La experiencia nos demuestra que suele ser necesario que nuestros falsos valores entren en crisis, constatando así existencialmente nuestra pequeñez y fragilidad. Solo así el hombre se abre a las grandes preguntas sobre la existencia. Por cierto, ¿no será eso lo que está ocurriendo con la crisis del coronavirus?

Me detuve a reflexionar sobre esta respuesta. En mi opinión describe con exactitud precisamente el panorama al que está asistiendo el mundo estos últimos meses. El hombre se ha percatado de que es vulnerable, y se ha vuelto a hacer preguntas que quizá había olvidado hacerse, sobre la vida, sobre el sufrimiento, sobre la condición humana. Muchos se aferran a la fe, otros sienten dudas, otros no quieren saber nada de ella.

¿Qué le diría a una persona que se ha alejado de Dios?
– Le preguntaría si cree que su alejamiento ha sido consciente y por decisión propia, o si más bien ha sido inducido por el mundo, poco a poco, casi sin percatarse de ello… Es obvio que la inmensa mayoría de cuantos se han alejado de Dios están en el segundo grupo. Acaso dirigirles esta pregunta les pueda ayudar a tomar conciencia del influjo manipulador de nuestro entorno, y les permita formularse la pregunta sobre Dios, ante la que todo hombre debe tomar postura.

En los últimos tiempos podemos observar que hay mucha gente que busca espiritualidad dejando de lado la religión, al igual que otras veces se puede oír la expresión “creo en Dios, pero no en la Iglesia”. ¿Por qué cree que se produce este rechazo?
– Hemos pasado del ‘Cristo sí, Iglesia no’ de los años 70, al ‘espiritualidad sí, religión no’ de la Nueva Era. Esta falsa espiritualidad pretende la impostura de sustituir a Dios por la felicidad… Pero sin la causa (Dios) no hay efecto (felicidad). La espiritualidad ha pasado a ser sinónimo de una técnica de relajación interior, una búsqueda del bienestar psicológico, al margen de la búsqueda de la voluntad de Dios, y de su llamada a la conversión.

En el fondo es la eterna tentación de construirnos un dios a nuestra medida.

A LA LUZ DE LA FE
Los católicos decimos que no somos una religión de libro, sino de la persona, de Jesucristo. Desde este punto de vista, ¿cómo podríamos acercarnos más al Evangelio?
– Con frecuencia solemos hacer una lectura del Evangelio selectiva y moralizante. Por des- gracia, la mayoría de las veces el Evangelio es valorado por las enseñanzas sapienciales de las parábolas, y se deja en un segundo plano lo sustancial: el misterio de la redención. El corazón del evangelio es el misterio del Dios hecho hombre por nuestra salvación, lleva- da a cabo a lo largo de toda su vida, pero especialmente en su pasión, muerte y resurrección.

Le expliqué brevemente mi experiencia en la fe y lo que había percibido a mi alrededor desde que era una niña hasta el día de hoy.
¿Qué consejos nos daría a los jóvenes católicos de hoy para llevar la fe a nuestro entorno?
– Os diría que estéis atentos a las experiencias de fe existentes en vuestro entorno; ya que si bien es cierto que la cultura seculariza- da se presenta como omnipresente, sin embargo, en este mismo momento están acaeciendo continuas conversiones personales y experiencias comunitarias verdaderamente sorprendentes, como es el caso mencionado de Effetá, y tantos otros. El Espíritu Santo sigue actuando, y en este momento, tal vez, más que nunca.
Es importante estar atentos a los signos de los tiempos, y sobre todo, reconocer las oportunidades que la Providencia pone en el camino de nuestra vida, que nos permiten fortalecer la fe, a partir de un encuentro personal con Jesús, que nos lleve a un compromiso de apostolado y de encarnación en nuestro entorno.

En una de sus conferencias, decía: “El arte de vivir es sacrificar una pasión baja por una pasión más alta, y consiste en poder mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con intensidad de amor, con pasión, y abrazar el futuro con esperanza”. En el siglo XXI, parece que dos de las enfermedades más comunes son la depresión, por la dificultad que vemos para cerrar heridas, decepciones…, y la ansiedad, por el miedo al futuro que tantas veces nos para liza. ¿Qué consejos daría usted para mirar con gratitud el pasado? Y, ¿qué le diría a una persona que no encuentra esperanza alguna ni ilusión por ese futuro?
Le invitaría a descubrir la bondad de Dios, en la que se funda la confianza del creyente. No en vano, la confianza en Dios es el mejor termómetro de la religiosidad. Me gusta repetir la siguiente formulación dirigida a Dios: “El pasado lo arrojo a tu misericordia, el futuro lo confío a tu providencia, y solo me quedo con el momento presente para vivirlo en intensidad de amor”. Cuando la confianza en Dios se convierte en el hálito de la religiosidad, se llega a entender que los mismos errores del pasado que tanto nos han hecho sufrir, están integrados en un designio salvífico: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio”. (Rom 8, 28).

Durante este confinamiento desde mi casa en Madrid he podido asistir a sus misas en la Catedral del Buen Pastor y he descubierto otra de sus virtudes, su capacidad de transmitir el mensaje del Evangelio en sus homilías con naturalidad y de tal forma que podamos llevarlo a nuestra vida. Llega el punto final de la entrevista. Ha sido una suerte para mí poder hacerla, y agradezco de nuevo su dedicación y su cercanía. Merece la pena escucharle. www.enticonfio.org.