Respeto a la fe católica y sus imágenes La Reparación: el “plus” del bien

El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española hacía pública la siguiente nota el pasado 15 de marzo, con el título “Respeto por la fe católica y sus imágenes”:

«En los últimos días se han hecho notorias diversas actuaciones de particulares e incluso de instituciones públicas que no pueden ser valoradas más que como ofensas objetivas a los católicos, puesto que denigran las imágenes más representativas de la fe de la Iglesia, cuales son las del propio Jesucristo, la Virgen María y los santos. Creemos que ofenden también la sensibilidad de cualquier persona de recta conciencia. Pensamos, por ejemplo, en los carteles y en los anuncios televisivos de la película titulada “Teresa, el cuerpo de Cristo” y sobre todo en el caso, en cierto sentido aún más grave, de los catálogos de una exposición fotográfica publicados por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, con prólogo de su responsable. Las imágenes reproducidas por esos medios son crudas y lamentables blasfemias.

            La Constitución Española reconoce y protege el derecho de libertad religiosa de las personas y de las instituciones; las leyes, incluso las penales, tutelan ese derecho fundamental, que es vulnerado con actuaciones como las mencionadas. Con toda firmeza exigimos el respeto de la fe católica, de sus imágenes y de sus signos. No podemos pasar por alto ni dar la sensación de que toleramos tales lesiones de los derechos de los católicos y de la Iglesia. Es necesario que se pidan las responsabilidades correspondientes por las vías pacíficas y legales previstas en el ordenamiento de nuestro Estado democrático y de derecho. Sin justicia, no es posible la convivencia en libertad, ni siquiera sería posible el perdón, que no negaremos nunca a quienes nos ofenden.

            Con esta ocasión, invitamos a los católicos a elevar al Cielo oraciones de gratitud y de alabanza, porque la misericordia y la bondad de Dios son infinitas. Que la gratitud y la alabanza sean más fuertes que sus contrarios».

La nota se comenta por sí sola. Prefiero no hacer añadidos personales, porque pienso que es mejor que la condena sea escueta, para no dar margen a la propaganda gratuita. Sin embargo, al mismo tiempo, creo que el silencio ante unos hechos tan graves, podría también ser causa de escándalo y de siembra de indiferencia. Si permaneciésemos impasibles ante unas blasfemias tan brutales, ¿no estaríamos dejando de testimoniar nuestro amor a Jesucristo y a la Virgen María, nuestra madre?

La ocasión me parece propicia para redescubrir una práctica importante de nuestra fe: la REPARACIÓN. Es uno de esos tesoros de espiritualidad que hemos ido dejando en el olvido. Providencialmente, tan sólo unos días antes, el 22 de febrero, S.S. Benedicto XVI, respondiendo a las preguntas de unos sacerdotes, hizo unas interesantes reflexiones sobre este misterio de nuestra fe:

En el lenguaje religioso, “reparar” significa recompensar con mayor amor el desamor o el agravio del pecado; significa restaurar lo que fue injustamente tomado y compensar con generosidad por el egoísmo que causó la injuria. No olvidemos nunca que Jesucristo fue el gran reparador del Padre. La Pasión y la Crucifixión son una expresión de amor de Cristo al Padre, en reparación por nuestra falta de amor.

Pues bien, con una terminología verdaderamente novedosa, el Papa se explicaba en esa tertulia con los sacerdotes a la que nos referimos, de la siguiente manera: “Contra este gran peso del mal que existe en el mundo y que abate al mundo, el Señor pone otro peso más grande, el del amor infinito que entra en este mundo. Este es el punto importante: Dios es siempre el bien absoluto, pero este bien absoluto entra precisamente en el juego de la historia; Cristo se hace presente aquí y sufre a fondo el mal, creando así un contrapeso de valor absoluto. El plus del mal es superado por el plus inmenso del bien”.

Ciertamente, el Papa reconocía que no hemos encontrado todavía el lenguaje suficientemente preciso para expresar este misterio. Pero, es un hecho que Dios mismo se ha introducido en nuestra historia pecadora para crear no sólo un equilibrio frente al mal, sino para establecer “un plus de amor que es más fuerte que la abundancia del mal existente”.

La bondad y misericordia de Dios se muestran no sólo en que Él haya reparado nuestro pecado, sino en que nos invita a cada uno de nosotros a participar también de su acción reparadora. Ciertamente, nosotros no podemos añadir nada al amor de Dios, pero, precisamente, la generosidad del Señor consiste en hacer que nuestras palabras y obras puedan tener pleno valor de reparación, en la medida en que “el Señor quiere asociarnos a este gran plus de amor suyo… Será la gran alegría de experimentar que el amor del Señor nos toma en serio”.

¿Nos cuesta comprender esto? ¿Es demasiado místico? El caso es que, el amor va por delante de la comprensión racional. ¡Dame alguien que ame, y entenderá la mística de la reparación! Verónica y la Magdalena no sabían mucho de teología, pero, ciertamente, son una clara expresión del amor reparador.

Dice el refrán que, “es mejor encender una luz que maldecir las tinieblas”. La conclusión es bastante clara: ¡Vivamos esta Semana Santa con sentido reparador!