Palencia misionera

Todavía hace escasamente un mes me encontraba en Roma, asistiendo al cursillo dirigido a los 132 obispos católicos ordenados este último año. Desde allí pude percibir ya los ecos de la ingente obra misionera palentina. Cada vez que algún compañero obispo de América me preguntaba por mi diócesis de procedencia, observaba cómo brillaban sus ojos al escuchar la palabra “Palencia”, para luego pasar a detallarme los nombres de los misioneros palentinos que permanecían o habían pasado por aquellas zonas de Misión. Palencia ha llegado a tener más de un millar de misioneros repartidos por todo el mundo (siendo tal vez la diócesis del mundo con mayor índice de misioneros por habitante) y todavía hoy, a pesar de los pesares, son más de 800. Por ello, no es de extrañar que en el dossier de prensa que las Obras Misionales Pontificias nos han ofrecido, se detalle el siguiente retrato del misionero español: una religiosa (56,29% del total), nacida en Castilla y León (30,11% del total) y que trabaja en algún país de América Latina (71,51% del total).

Obra social y muchísimo más

Es impactante conocer que en los últimos quince años, la Iglesia Católica ha abierto “diariamente” en misiones cuatro obras sociales, además de diez obras educativas. ¡Impresionante ese “gota a gota”, que más bien debería ser descrito como un surtidor inagotable en medio del desierto!  Es ilustrativo comprobar cómo la Evangelización va de la mano de la humanización de los pueblos. Sabemos que no existe, ni puede existir, un acto de amor desencarnado de las circunstancias particulares, situación material y sufrimientos personales de nuestro prójimo.

Sin embargo, hoy en día corremos el peligro de acercarnos al hecho misionero exclusivamente desde el ángulo de la obra social realizada. Existe una admiración “secularizada” de la labor del misionero, que ensalza su figura por sus obras sociales, sin llegar a percibirlas como el signo del amor de Dios Padre. Resuenan aquellas palabras de Jesús en Mt 9, 4-9: “Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: « ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate y anda»?  Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice entonces al paralítico -: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». » Él se levantó y se fue a su casa.  Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.”

Con las misiones, ocurre como con el iceberg… sin la mirada de fe no vemos más que la pequeña parte que emerge de las aguas. Lo principal permanece oculto, tal y como ocurrió con aquellos contemporáneos de Jesús. Al igual que el milagro de la curación del paralítico les permitió a ellos abrirse también al milagro superior del perdón de los pecados, así también nosotros tenemos que sensibilizarnos, para que el milagro de la obra social misionera de la Iglesia sea el signo que nos revele a Jesucristo como la Vida Eterna que el Padre ofrece al Mundo. Quien conoce la obra misionera con los ojos de la fe, descubre a Jesucristo como la plenitud de sentido de todo hombre.

Dar, para darse

 Entre los datos confortantes que hemos conocido en esta campaña del DOMUND, llama la atención el aumento tan importante de la contribución económica. La última campaña recaudó un 22’9% más que el año anterior, la cual a su vez constituía un récord. 140 millones de dólares a nivel mundial y más de 26 millones de euros en España, son cifras muy importantes, máxime cuando se suman a otras campañas misioneras.

Pero debemos estar prevenidos ante la tentación de reducir la campaña del DOMUND al pase de una hucha o al reparto de un sobre en el que introducir un dinero. ¡Cuidado con limitar nuestro compromiso misionero a la materialidad de lo que damos! No olvidemos que lo importante es ofrecernos personalmente como colaboradores de la obra evangelizadora! Existe el riesgo de que el “dar” sea la pantalla que permita eludir nuestro deber de “darnos”.

Piedras vivas

Cuando los visitantes se asoman a nuestra Catedral y a tantas otras maravillas del románico palentino, pueden concluir con lógica que quienes hace siglos plasmaron en piedra tanta belleza, hubieron de estar vivamente convencidos de la bondad de la verdad en la que tan firmemente creían. Algo así podemos y debemos concluir al admirar tantas vocaciones misioneras que, como piedras vivas, construyen el Reino de Dios en misiones. Una vez más, ¡Gloria a Dios, por la fe de este pueblo!